Apreciaciones

LA SAÑA CONTRA EL JUEZ

"El peligrosímetro manda matar toda sombra que se mueva, los grandes medios de comunicación son grandes miedos, las campañas electorales parecen películas de terror y la criminología corre el peligro de convertirse en una ciencia de las cerraduras.
¿De dónde viene este mundo nuestro, cada vez menos nuestro? ¿Adónde va, adónde vamos?
Este libro pregunta y ayuda a preguntar, busca y ayuda a encontrar.
Es obra de un gran jurista, a quien nada de lo humano le es ajeno, y está escrito en un lenguaje claro y eficaz: gracias a la maestría de su mano, las palabras de Zaffaroni vuelan más allá de las fronteras jurídicas y más allá de todas las fronteras
."
Eduardo Galeano
Contratapa “Las palabras de los muertos”,
De Eugenio Zaffaroni.

El juez le cuenta a su entrevistador,  que, entre algunos de sus hobbies, se encuentra una afición  por los cactus. Los colecciona, tiene cerca de cien. Requieren de  unas atenciones muy específicas, un determinado regado, un especial cuidado de sus raíces, y bastante paciencia. El cactus no es una planta cualquiera.
El juez no es un juez cualquiera. Es, sin duda uno de los juristas argentinos más reconocidos a nivel nacional e internacional. Dicen, los que saben del tema, que su Manual de Derecho Penal está a la altura de la obra de Alberdi.
 Su larga lista de honoris causa en diversas universidades del mundo, (Italia, Santo Domingo, Perú, Río de Janeiro, Uruguay y la lista sigue), su tarea como docente en otras tantas universidades, sus distinciones, por nombrar alguna, pongamos la del jurado mundial independiente que lo galardonó con el Premio Estocolmo en Criminología, entre otras. Su tarea como pionero en la explicación del genocidio cometido por el último gobierno de facto de Argentina, sobre la base de la teoría criminológica, y la utilización de ésta como  evaluación de propuestas conducentes a la prevención de los asesinatos en masa por parte del Estado, todos esos honores y distinciones despiertan tanta admiración como recelo.
            No es un juez simpático a los poderes aliados del establishment, su críticas al sistema carcelario y policial, a la criminalización de la pobreza, a los medios de comunicación como estigmatizadores de los pobres como delincuentes, lo que ha dado en llamar “la criminalización mediática”, su larga militancia (por favor, desasnen  al señor Hadad y aclárenle  que militancia no viene del término militar en su acepción castrense) en pro de los derechos de los excluidos, sus posturas políticas, su intervención en los fallos que anularon las leyes de impunidad, su impulso en temas como  la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal, su claridad de conceptos  y su faltas de pelos en la lengua, los irrita.
            De todos modos, para el juez Eugenio Zaffaroni, asediado ahora por una opereta mediática que poco tiene que envidiarle a los secuaces británicos de Rupert Murdoch, eso no ha sido motivo de preocupación alguna, y cada una de sus bien fundamentadas posturas las ha sostenido a lo largo de los años.
            En ese sentido,  no puede dejar de notarse la ironía que implica que, pocos días después de la presentación de su  libro “La palabra de los muertos”, un trabajo que es “el producto de casi tres décadas de estudio y reflexiones, y que, no obedece sólo a razones académicas, sino a un “objetivo político-social”: el de desafiar a la “criminología mediática”, aquella que pinta un mundo amenazado exclusivamente por el delito común y el terrorismo; aquella que se construye desde los medios de comunicación, al servicio del poder y de un modelo de “Estado gendarme” o “policial” de raíces estadounidenses, que infla el miedo, alimenta la paranoia, estigmatiza e instala la creencia de que la única salida está en respuestas vengativas como encerrar, castigar, reprimir y ajusticiar”. (extracto de la crónica realizada por Irina Hauser  de la presentación del citado libro, para el diario Página12, el 04/05/2011), el Dr. Zaffaroni termina convirtiéndose en víctima de esa “criminología mediática” por la cual, ya fue juzgado y declarado culpable.

            Las operaciones montadas por los medios de comunicación, en connivencia con algunos sectores de la sociedad, no son algo nuevo, ni en la Argentina, ni en el mundo. Podríamos citar a la cadena FOX  en Estados Unidos, o hablar de las vergonzosas campañas contra Evo Morales o Lula da Silva, o también remontarnos a la historia más o menos reciente de nuestro país, y recordar la guerra contra Irigoyen, “el peludo”, según los medios de la época (La Nación, La Prensa, etc), la contribución de los diarios de Natalio Botana y de la familia Mitre a la consolidación del derrocamiento de Illía, los oscuros montajes de Clarín y la editorial Perfil en los que, orgullosos de la tarea de Videla y compañía, vendían campos de concentración como casa de “descanso y rehabilitación”.
            El mismo Raúl Alfonsín soportó los embates del diario de Ernestina Herrera de Noble y la revista Somos (recordar el caso Gait Pharaon). Por eso sorprende sobremanera la actitud de su hijo, “Ricardito” quien, incapaz de exhibir algún mérito político, suele acoplarse a este tipo de operaciones.
            Está claro que no hay ilícito, que ningún juez de la nación  sindicaría al Dr. Zaffaroni como responsable de un delito y  que, a lo sumo, deberá presentarse en la cámara de diputados a brindar algunas explicaciones por  lo que, en todo caso, puede tratarse de un descuido en la administración de sus propiedades. De hecho, esas explicaciones ya fueron dadas con claridad en más de una ocasión.
También ha quedado claro que los principios fundamentales de nuestro sistema republicano y federal, (ese que tanto dicen defender los empresarios de los medios), como la presunción de inocencia han sido violentados sin el menor reparo.
Sin embargo, y  a pesar de que el mismo periodista que realizó la nota original, Facundo Falduto, de Perfil.com, ha declarado estar convencido de que el Dr. Zaffaroni no tenía conocimiento de lo que estaba ocurriendo, y de que esta “investigación”, carece de  todos los elementos que requiere un trabajo periodístico que pretenda ser serio, algo que vaya más allá de un par de zócalos con letras grandes en televisión y noticias inventadas de Pe a Pa , (como la publicada en el diario La Nación  http://www.lanacion.com.ar/1394521-zaffaroni-dijo-que-no-renunciara  que, sin citar fuentes ni dar nombres de los informantes, da cuenta de una reunión del juez con integrantes del  gobierno que, sencillamente, no existió) se sigue meneando el asunto, buscando instalar un escándalo, ensuciando con sorprendente ligereza la trayectoria de Zaffaroni y, al mismo tiempo, de una de las instituciones más importantes del país.
Aquí encontramos uno de los puntos neurálgicos  de esta  historia. No es casual la arremetida contra un juez de la Corte Suprema. La saña exhibida en este caso tiene aristas más profundas y aquellos que gusten leer entre líneas podrán intuir un mensaje aleccionador y una velada advertencia.
Una de esas aristas se revela en que,  más temprano que tarde,  la Corte Suprema de Justicia deberá dirimir sobre la tan manoseada cláusula de desinversión de la Ley de Servicios Audiovisuales. Este es, en todo caso, uno de los puntos para empezar a desandar este escabroso camino. Un fallo adverso obligaría al grupo Clarín a desprenderse de algunos de sus 301 medios.
Voy a permitirme citar al Dr. Leopoldo Moreau, quien, días atrás, en una entrevista concedida a Daniel Tognetti en Fm NacionalRock, realizó una clara definición “Clarín disputa con el gobierno el poder del Estado” (Leopoldo Moreau)
No porque sea Clarín, claro, y esto ya corre por mi cuenta, sino porque para toda formación monopólica, el Estado, cuya función es controlar y regular, es su enemigo.
No es ésta una idea mía, por supuesto, ni es la teoría de un utópico setentista. Esto lo planteó Adam Smith, el padre del liberalismo y la economía de mercado.

No puede negarse que un sector de la prensa, se ha erigido en el claro líder de la oposición al gobierno y que todo su discurso, de información o de opinión, se encuentra direccionado a atacar las políticas que han sido la columna vertebral de este gobierno, “casualmente”, a aquellas que más han irritado a las porciones más conservadoras de la sociedad. Así, han pasado por una especie de picadora de carne, sin ningún tipo de límites éticos o profesionales (con esa finalidad fueron creados por ejemplo, los diarios de corte amarillista Muy del grupo Clarín, o Libre, de editorial Perfil), por el show mediático, (sólo por nombrar algunos), la Asignación Universal, el caso de las reservas del Banco Central, la estatización de las AFJP, las políticas de derechos humanos, (que han sido miserable e inescrupulosamente bastardeadas), y ahora, la Corte Suprema de Justicia, uno de los logros más notables de los últimos dos gobiernos.
Así queda evidenciado en la falsa nota de La Nación (previamente mencionada) firmada por Adrián Ventura, en la que, sin ambages, hace el intento de pegar a Zaffaroni con el gobierno y con Cristina Fernández, quien, según la frondosa imaginación de  Ventura, le habría ofrecido su apoyo. Esto, en plena campaña electoral, apunta al desprestigio del órgano judicial y  al cuestionamiento de la independencia de poderes.

Es importante en este punto, agregar que el  cuerpo de jueces que componen actualmente la corte es de renombre en el mundo jurídico, reconocidos internacionalmente por sus méritos profesionales y su nivel académico.
El Dr. Eugenio Zaffaroni fue el primer paso en la reforma de aquella vergonzosa Corte Suprema que nos legara el menemismo. Y de ahí el poder simbólico de esta campaña en su contra, a pesar  que, durante estos años, quedó demostrado  que  no es, precisamente, lo que se llama un juez “adicto”. Más de una vez sus fallos han ido en contra de las expectativas gubernamentales, (recordar el fallo de la libertad sindical, entre otros).
Lo que, seguramente,  nadie le  puede negar, es  su trayectoria, su capacidad, y la nueva mirada jurídica que aportó en sus funciones, en un sistema que, a gritos, reclamaba (y aún reclama) cambios de fondo.
Sería,  por supuesto, un gran logro para la campaña electoral opositora, provocar la renuncia de un funcionario de la talla de Zaffaroni. Pero no cualquier renuncia, una renuncia escandalosa, sucia, que lo deje parado como un personaje de baja estofa, como lo hace ese pasquín con pretensiones de News of the World, llamado Libre. Qué triunfo para aquellos que viven en y de la mugre, ensuciar  a todos a su paso.
Pero sería,  sin duda, una gran derrota para nosotros, como ciudadanos,  sumarnos al injustificado linchamiento, y una gran pérdida para aquellos que aún creemos en la posibilidad de construir otro tipo de sociedad y en la justicia como una de las herramientas fundamentales para alcanzarla.

Fuente: Arbitraria y conjetural

 

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